Por Karen Avendaño
Mi nombre es Karen Avendaño y llevo aproximadamente 8 años adoptando perros callejeros. Algunos de ellos los recojo porque pasan fuera de mi casa, y otros los localizo mediante Facebook y los grupos pro vida animal. Ocho años puede ser mucho tiempo y ¡muchos perros! La mayoría han sido esterilizados y reubicados, otros lamentablemente mueren por las malas condiciones en las que llegan y otros se han convertido en parte importantísima de nuestra familia.
Esta labor es increíblemente noble, muchas veces nos asombramos por lo agradecidos que son los animalitos. Otras veces es difícil observar el sufrimiento que los perros viven allá afuera, donde nadie los echa de menos ni les ofrece un plato de comida de vez en cuando. Es en ese momento en el que no importa que tan apretado andes de dinero, de espacio, o de tiempo, para mí en lo personal es imposible dejar las criaturitas abandonadas a un lado de la calle. Todo esto sin mencionar los problemas que vienen después; los vecinos quejándose de los ladridos, lo cansado que resulta limpiarle a tantos perros, las idas y vueltas al veterinario para darles las atenciones necesarias etc. Sin embargo, todo eso se vuelve ligero cuando vuelves a casa y hay más de una colita moviéndose de felicidad al verte.
Hace casi un año, decidimos darle hogar a una perrita cruza de san Bernardo, se veía hermosa y muy alerta. Si no la hubiéramos adoptado la regresarían al rancho desatendido donde vivía su mamá. Así que con todo y la advertencia de “será un perro grande” ¡nos la llevamos! Ahora a casi un año de vivir con nosotros y después de que casi se nos muriera de moquillo a los 2 meses, es la más feliz en la casa. Su nombre es Lía. Ella es de esos perros que se quedan marcados en tu vida, que entienden tan bien tus sentimientos que es imposible no volverte vulnerable con su mirada. Una vez cada bastante tiempo, te encuentras con un perro así, que parece que siempre debió estar en tu vida, que agradece cada día de vida a tu lado, de esos que sabes que indudablemente darías lo que fuera por tenerlo sano, feliz. Por ella, por Lía… mi familia y yo seguimos estando alertas por si algún otro cachorrito necesita de una familia que lo ame por el resto de su vida, ya sean 20 años o 2 minutos.